jueves, 22 de febrero de 2018

CONFESIONES.

Día a día voy envejeciendo,
día a día voy dejando 
mis carnes que no valen 
ni un sol de lata en el camino.
Cada vez voy sintiendo que peso menos.
y las manecillas del trémulo reloj, quien es mi compañera
que desclava sus sonrisas,
y me las da hipócritamente me va diciendo:
que más tarde a las doce,
en que el día y la noche se coquetean,
mientras el hombre sueña que mañana
comerá sudor y sobras que deja el rico,
llegará la dama de la sonrisa fácil,
que me llevará a lo ignoto
desnudo y descalzo como mueren los pobres,
eternamente de cara mirando al cielo.
Hoy, día a día voy envejeciendo,
acompañado de una desolada sinfonía gris
por mis penas, por el dolor,
para mí no existe el sol matinal,
sino la torva inmensidad de la noche
que me cubre con sus lúgrubes y frías mantas,
gesticulando desgarrantes aullidos,
pero no quiero que lleguen a los oídos de mi flor,
porque quiero que ella viva feliz
como la gacela en libertad.
Créanme,
pero ya tengo sesenta años
de cargar el madero de la vida.
El dolor disfrazado de sonrisas todos los días
toca cortesmente mi puerta
y deja una flor muerta para que yo la riegue
con el agua límpida salada de mis lágrimas
Pero regar esa flor ya no puedo
porque el manantial de mis ojos,
de tanto llorar han quedado como arroyos secos,
así como quedan las chacritas de la sierra
cuando la lluvia, no quiere que el surco diario
del maíz sonría al campesino...Claver Narro Culque


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